[ Viene de La Cultura Matrísistica I ]
En su obra “La Matrística aquí y ahora”, Casilda Rodrigáñez señala: Las fuentes de conocimiento de la Matrística provienen fundamentalmente de la literatura antigua y de la arqueología. En el testimonio escrito de los clásicos griegos antiguos, se basó por ejemplo J. J. Bachofen en su obra ‘Das Mutterecht’ (Mitología arcaica y derecho materno); pero no solo Bachofen, también nuestros clásicos del Siglo de Oro, que leían en griego directamente, supieron a través de ellos de la Matrística, llamándola Edad de Oro. Cervantes habló en El Quijote de los años dorados cuando los habitantes que en ellos vivían desconocían las palabras de ‘tuyo y mío’, todas las cosas eran comunes, y las chicas andaban tranquilas por los montes y los valles, porque nadie se podía imaginar una cosa tal como violar a una persona, es decir, porque no había aparecido en la Tierra la guerra de los sexos (…)
Las Culturas Matrísticas que vivieron en la Europa entre 5.000 y 7.000 años atrás, eran culturas centradas en la diosa, en el respeto a la madre tierra y los principios relacionales y maternos, donde los cuidados, el sostén y el mantenimiento de la vida eran efectivamente puestos en el centro. Donde el bienestar y la salud de todas las personas de la comunidad era el motor principal.
Sigue Casilda Rodrigáñez: Cuando yo iba a la escuela nos decían que la Edad Dorada era una leyenda, que no se sabía si era verdad o un cuento inventado. Pues bien, en el siglo pasado la arqueología vino a confirmar su verdadera existencia, desenterrando físicamente ciudades enteras en las que no había una casa más grande ni lujosa que otra, sin palacios (y por lo tanto sin ejercito de esclav@s que los construyeran y los mantuvieran limpios y servidos) y sin mausoleos; ciudades enteras sin fortificaciones ni signo alguno de que sus habitantes temieran un ataque ni la existencia de enemigo alguno. Desenterrando también piezas con grabados y pinturas que ofrecen una recreación artística y cultural de la vida y de un mundo con madre. Much@s autor@s, como Riane Eisler, Joseph Campbell, Pepe Rodríguez y otros, han hecho un trabajo muy importante de divulgación de los hallazgos arqueológicos, en especial de los de Marija Gimbutas y James Mellaart. La existencia de la Edad Dorada o de la Matrística es ya irrefutable.
Marija Gimbutas, arqueóloga y antropóloga lituano-estadounidense, reconocida por sus estudios e investigaciones realizadas sobre las culturas prehistóricas del Mediterráneo y centro y noreste europeo del Paleolítico superior y la Edad del Bronce, a partir de los restos arqueológicos encontrados en la zona del Danubio, los Balcanes y área Egea deduce el tipo de vida cotidiana y de relaciones establecidas entre las personas y comunidades en estas culturas pre-patriarcales: agricultores y recolectores con campos de cultivo no divididos, poblados sin fortificar, sin diferencias jerárquicas en sus tumbas, no utilizaban las armas como adorno, y todo indica que la armonía sistémica se basada en la continua dinámica de transformación de la naturaleza y sus ciclos naturales de nacimientos y muerte, de los ciclos vida-muerte-vida.
Halló la diversa y compleja estructura de figuras simbólicas femeninas, de pequeñas dimensiones, así como la existencia del culto tanto en los hogares como en los centros ceremoniales comunitarios, en una representación única y universal que denominó Gran Diosa.
Este término lo consideró el más adecuado, ya que con él englobó todas las posibles variantes en cuanto a las diversas representaciones y poderes atribuidos a la deidad.
El concepto de Gran Diosa no se centra en exclusiva en el concepto patriarcal de la Diosa de la Fertilidad, del de la Madre Tierra o del de la Diosa Madre, ya que según la teoría expuesta por Gimbutas, éstas forman parte del concepto de Gran Diosa que engloba todas las posibles representaciones de las mujeres, la feminidad y facetas de la misma y no se centran exclusivamente en el papel de las mujeres como reproductoras y madres.
La irrupción patriarcal contra la matrística zanjó el desarrollo humano y ecosistémico según estos principios del bien común, con el objetivo de generar una sociedad de guerreros, esclavas y esclavos, organizada en torno a la dominación y el saqueo.
Una sociedad en que las relaciones de dominio-sumisión y de paternalismo-dependencia interfieren en la capacidad de establecer vínculos adultos solidarios y fraternales (Claudio Naranjo)
Como afirma Casilda Rodrigáñez, la noción de “vacío de principio materno” es fundamental en este punto. Decía Victoria Sau que el Patriarcado es un vacío de maternidad, y este vacío hay que entenderlo en sus dos dimensiones inseparables, la social y la individual.
El vacío social de maternidad se construye a través de estrategias socioeconómicas, políticas, culturales y simbólicas (desde negar el valor socioeconómico del trabajo del maternaje, a través de la inexistencia de bajas de maternidad dignas y coherentes con las necesidades de las y los bebés, hasta el borrado de las madres en las películas infantiles y toda la simbología asociada a la muerte -simbólica o no- de la madre y la superación personal.)
Y se construye también vaciando la maternidad individual concreta de cada mujer, utilizando estrategias diferentes para convertirla en la madre patriarcal que renuncia al principio y al deseo materno original:
Fomentando la desconexión psicocorporal y vincular durante el embarazo a través de la normalización de largas jornadas laborales y medicalización del proceso de gestación, con intervenciones innecesarias y violencia obstétrica en embarazo, parto y posparto, separando la diada madre-bebé, obstaculizando la implantación o mantenimiento de lactancia materna, o señalando las respuestas maternas que siguen el principio y el impulso del deseo materno (y se dirigen a fortalecer el sistema de apego seguro de las y los bebés), con juicios de valor hacia el bebé (“tiene mamitis”) o culpando a la madre porque mima demasiado a su criatura o la tiene consentida, sobreprotegida, etc. Minando así su autoconfianza, fomentando que dude y desconfíe de su intuición, de la sabiduría ancestral y la conexión con las necesidades de su bebé que ha guiado a las madres durante toda la historia de la humanidad.
La neurobiología ha mostrado ya suficiente evidencia (Bergman) sobre el impacto y las consecuencias a nivel de desarrollo neurológico y conexiones neuromusculares del estrés que sufren las y los bebés cuando son separados de sus madres al nacer, durante el periodo de exogestación (9 meses dentro, 9 meses fuera) y la primera crianza. Si el estado de estrés es normalizado, cotidiano y normalizado , forjará un sistema neuromuscular preparado para el estado de alerta y para la lucha. Sobreactivado, según la teoría Polivagal (Porges), acorazado, según la bioenergética (Reich).
Esto afecta a las y los nuevos bebés, pero nos afecta también a todas nosotras y nosotros como adultos, que actualmente vivimos en nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestras maneras de relacionarnos las consecuencias de haber sido criadas según estas nociones patriarcales (inconscientes) una sociedad en la que el hambre de amor materno y paterno llevan a la mayor parte de las personas a una dependencia afectiva y una obediencia compulsiva que no sólo son enajenadoras sino que constituyen distorsiones, falsificaciones y caricaturas del amor (Claudio Naranjo).
La mayoría de dificultades psicoemocionales y relacionales que tenemos como adultas y adultos tienen su origen es esta manera de crecer en un contexto de crianza y educación patriarcal:
Con problemas de autoestima, autoconfianza, autoamor, o con ideas de superioridad basadas en la comparación y la competitividad, con dificultad para creerse merecedoras de respeto, de escucha, de buen amor (en sentido profundo), esforzarse por ser constantemente buenas, temiendo mostrarse malas, agresivas, con dificultad para habitar completamente el cuerpo, el placer, la abundancia, para poner límites y autoafirmarnos, sumisas o rebeldes, en un cuerpo que respira poco y ocupa poco, y sobrevive adaptándose a las exigencias del afuera y no a las necesidades y deseos internos (restándoles valor e importancia), sobreprotegiendo a los demás y desprotegiéndose a una misma, enfocado en la carencia, la insatisfacción, la crítica a otros, sentirse insegura, impostora, un fraude, menos y peor que…. y en ocasiones más y mejor que… con una constante sensación de expectativas no cumplidas, de culpa, autocritica y autoexigencia…
Entonces, recuperando a Franca Basaglia, cobra más relevancia su noción de Orfandaz de Género: orfandad de las mujeres por orfandad de madre simbólica. Porque nuestras madres, abuelas, tías, vecinas… han sido madres y cuidadoras patriarcales. Porque a su vez, todos nuestros linajes femeninos carecen de esta mirada amorosa verdaderamente incondicional. La mayoría hemos sido criadas con exigencia y dureza o bajo sobreprotección que fragiliza, preparándonos de una manera u otra, para sobrevivir en un sistema que a sabiendas, es feroz con nosotras, mujeres.
Competencia, ataque-defensa, dominación-subordinación, luchas de poder…
Ximena Dávila y Humberto Maturana plantean que la cultura matrística fue destruída con la invasión de otros pueblos que habían adquirido una manera distinta de vivir, llamada cultura patriarcal y caracterizada por la apropiación, la jerarquía, la guerra, la lucha, la obediencia, la dominación y el control. Esta cultura patriarcal es la misma que se manifiesta por conductas agresivas hacia los ecosistemas locales y al planeta tierra en su conjunto.
Más adelante durante los siglos XVI y XVII, con la posterior transición hacia el capitalismo, se complejiza aún más la degradación de la situación de las mujeres.
Como recoge Silvia Federici en Calibán y la Bruja, su “domesticación” y la redefinición de la feminidad y la masculinidad, en este periodo vienen marcados por la expulsión de las mujeres de los espacios públicos y la consideración de que representan un peligro para el nuevo orden social por ello se reestructuraron las relaciones familiares y el papel y rol de las mujeres con el fin de satisfacer las necesidades económicas y laborales y atajar su poder y autonomía.
La quema de brujas fue un ataque a las mujeres por su resistencia y especialmente por el poder que habían logrado gracias a su sexualidad, al control de la reproducción y su capacidad de curar.
La utilización de estos conocimientos iban en sentido contrario a la nueva disciplina laboral y de las necesidades de la sociedad durante este el auge del capitalismo. Por ello se entiende el uso de la extrema violencia ejercida contra las mujeres como un método sistemático de subordinación, base del Estado moderno y que aún se mantiene.
Y en el Estado Español, durante la represión franquista tras finalizar la guerra civil, las mujeres vivieron represalias y violencias específicas dirigidas, de nuevo, a controlar la expresión de su libertad y su poder, sus cuerpos y su sexualidad y su papel como protectoras del honor de sus maridos y sus familiares.
Toda esta información está también en nuestra memoria orgánica y dando forma y estructura interna al patriarcado que hemos interiorizado.
Mandatos y deberías de lo que se espera de una buena mujer, una buena hija, una buena madre, una buena pareja, una buena amiga, una buena vecina, activista, profesional, una buena paciente… según estos principios patriarcales, que son la norma invisible y no explicitada en la que todas y todos hemos sido psicosocializados.
Domina en nosotros la voz de la sociedad patriarcal represiva sobre la voz de nuestro aspecto materno y sus valores matrísticos (Claudio Naranjo).
Por ello resultan fundamentales los espacios en los que repensarnos yendo a los orígenes, limpiando el ruido y las nieblas patriarcales que nos confunden y no nos dejan sentirnos con claridad, recuperando los saberes originales que nos permitan ser, recuperar nuestra esencia, superando la narrativa traumática epigenética transgeneracional que nos define y condiciona sin que seamos conscientes de ello.
Caminando con seguridad hacia aquello que decían las feministas italianas de la diferencia, el patriarcado ha muerto porque ya no existe en nuestras mentes.
En el Grupo Online Matrísticas
nos encontramos, martes alternos, para sentipensar, cuestionar, seguir creciendo y definiéndonos por nosotras mismas desplegándonos sobre los escombros de nuestros patriarcados interiores.
Referencias (visibilizando los nombres y la autoría de mujeres):
Alicia Puleo, Ecofeminismo para otro mundo posible
Aurelia Martín Casares, Antropología del Género
Casilda Rodrigáñez, La matrística aquí y ahora
Casilda Rodrigáñez, El vacío de maternidad y la revolución feminista
Casilda Rodrigáñez, El Asalto al Hades
Clarissa Pínkola Estés, Mujeres que corren con los lobos
Ernest Borneman (1975), ‘Le Patriarcat’
Franca Basaglia, Mujer, locura y sociedad
Gerda Lerner, La creación del Patriarcado
Henrietta L. More, Antropología y Feminismo
Johann Jakob Bachofen (1861), ‘Das Mutterrecht’. En castellano: ‘Mitología arcaica y derecho materno’
Johann Jakob Bachofen, El matricarcado, Investigación sobre ginecocracia en el mundo antiguo
Humberto Maturana, Cultura matrística y la cultura patriarcal
Librería de Mujeres de Milán, S., & Rivera Garretas, El final del patriarcado ha ocurrido y no por casualidad”
Marcela Lagarde, El feminismo en mi vida. Hitos, claves y topías.
Marija Gimbutas, Diosas y dioses de la vieja Europa
Marija Gimbutas, El lenguaje de la diosa
Riane Eisler, El cáliz y la espada
Silvia Federici: Calibán y la bruja, Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva
Victoria Sau, ‘El Vacío de Maternidad’,
Ximena Dávila, Humberto Maturana, El árbol del vivir
Y tantas otras feministas referentes, académicas, autoras, activistas, amigas, vecinas que contribuyen con sus reflexiones y sus prácticas.
Gracias a toda la genealogía femenina y feminista.