Después de un tiempo trabajando en la Defensa de Derechos Humanos y la Justicia Social, muchas de nosotras tenemos clara la importancia, la necesidad y la urgencia de cuidarnos. Queremos que, además de un derecho y una responsabilidad personal, sea también un compromiso colectivo y organizativo. Definitivamente, lo personal es realmente político.
Queremos cuidarnos porque muchas de nosotras convivimos a diario con altos niveles de estrés, presión, exigencia interna y externa que se traduce en interminables listas de pendientes por hacer. Estamos cansadas, desgastadas, enfadadas, agotadas, a ratos impotentemente desanimadas, desesperanzadas, vivimos con enormes cargas de trabajo, altos niveles de ansiedad cronificada (y normalizada), algunas de nosotras afrontando inseguridad física o emocional, viviendo situaciones peligrosas, potencialmente traumáticas y que ponen en alto riesgo distintos aspectos de la vida, cuando no es la vida misma.
Cuando defendemos nuestros posicionamientos, convivimos con ataques, ninguneos y amenazas, físicas, sexuales y emocionales, cuando vamos por la calle, en las redes sociales, en reuniones de trabajo, en asambleas, en encuentros informales, en las comidas familiares. Machirulos, señoros, machistas de izquierdas encubiertos, mujeres cis sin conciencia ni deconstrucción de género o personas sin conciencia de la intradiversidad e interseccionalidad del Movimiento Feminista, tratan de ofendernos, deslegitimarnos, infantilizarnos, silenciarnos, ocuparnos el espacio, explicarnos las cosas, quizá cada vez de una manera menos explícita, más políticamente correcta, pero el fondo continúa siendo el mismo fin patriarcal.
Estas situaciones nos mantiene en una alerta emocional permanente que, entre otras cosas, se traduce en la dificultad de parar y relajarnos.
De hecho, casi todas tenemos problemas de salud relacionados con este estrés y la normalización de neurohormonas de alerta en nuestro organismo: dificultad para dormir, para concentrarnos, dolores musculares, gastrointestinales, articulares, menstruales, de cabeza, de espalda, dolor crónico, bruxismo, tensión alta, adicciones, ansiedad, problemas de fertilidad, pérdidas gestacionales, endometriosis, fibromialgia, problemas de tiroides, en la piel, molestias asociadas a la menopausia u otros malestares que dificultan nuestra salud sexual o reproductiva.
Además demasiadas veces lo vivimos en silencio, y nos rebuscamos como podemos para procurarnos esos cuidados imprescindibles que necesitamos (alimentación, ritmo, descanso, revisiones, tratamiento…), precisamente porque en nuestras organizaciones y colectivos no hay espacio para el autocuidado real, tampoco cuando se trata de la salud física más visible. Es parte de la cultura activista: siempre podemos esforzarnos, sacrificarnos y poner un poco más de nuestra parte.
También convivimos con las secuelas emocionales que conlleva estos niveles de exigencia: ansiedad, tristeza-depresión, burn-out, enfado, agotamiento mental, lamentablemente algunas somos cada vez más cínicas, desconfiadas, críticas y descreídas (después de tanta entrega y tantas ilusiones puestas). Entonces necesitamos poner distancia, anestesiarnos y dejar de contactar y empatizar con el dolor propio y ajeno para continuar trabajando, nos insensibilizamos para que no nos duela tanto… muchas de nosotras vivimos cotidianamente situaciones de violencia directa o indirecta sin reconocerla, y sin identificar cómo nos afecta. Son comunes las sensaciones de fracaso, de baja energía, agotamiento, indefensión, resistencia al cambio, mínima motivación, pereza, falta de creatividad, dudar de la propia competencia, considerarse a una misma como impostora, un fraude… o todo lo contrario, desarrollamos ideas grandiosas sobre nuestra propia importancia, sobre lo fundamental e imprescindible de nuestras acciones y nuestra presencia, y nos comportamos como heroínas salvadoras, tantas veces imprudentes y descuidadas con nosotras mismas y con nuestra salud física y emocional, incapaces de darnos cuenta de cuándo estamos sobrepasando nuestros límites y con verdaderas dificultades para pedir ayuda.
Así vamos perdiendo la conexión con nosotras mismas, nuestra autenticidad, la capacidad de disfrutar y deleitarnos espontáneamente, de relajarnos, de descansar profundamente o de gozar del placer y el autoplacer sexual. Y encima sentimos vergüenza y culpa por no cuidarnos cómo sabemos que deberíamos.
Además este desgaste siempre tiene un impacto en nuestras vidas, en nuestra toma de decisiones, en nuestras relaciones… atravesamos cíclicamente crisis personales, rupturas de relaciones personales y profesionales, dificultades familiares… vemos cómo muchas de nuestras relaciones de pareja fracasan, hijos e hijas deseadas no llegan, o crecen más rápidamente que nuestra capacidad para acompañarlas y disfrutarlas; dejamos despedidas y duelos pendientes, nuestros padres, madres y familiares envejecen y les quitamos tiempo de compartir, también del compartir cotidianidad con amigas y personas queridas, le robamos tiempo y calidad a nuestro ocio y disfrute, al placer, incluso a nuestra salud, negamos e ignoramos nuestros propios malestares, nuestras propias enfermedades hasta que ya no podemos evitar tener que detenernos y prestarnos atención. Porque siempre creemos que podemos con más. Es muy significativa esta dificultad de parar y dedicarnos tiempo a nosotras mismas. Parece que tuviéramos que estar en todas partes y siempre activas.
En realidad, se trata de respuestas razonablemente comunes y naturales al estrés crónico y la fatiga emocional.
Hemos normalizado altos niveles de presión, de sobre-activación mental, enormes cargas de trabajo, jornadas inacabables y con todo, seguimos rindiendo y siendo más o menos eficaces y eficientes ante innumerables desafíos cotidianos. A veces parece que debamos ganarnos el derecho a estar exhaustas para poder detenernos a descansar ¿Cuánto tengo que esforzarme para lograr merecer ese cuidado?
Las violencias, injusticias y el estrés con las que convivimos a diario se está inscribiendo en nuestros cuerpos y en nuestras vidas. ¿Cómo podemos mantenernos a salvo, saludables física y emocionalmente?
¿Es posible mantenerme militante activa y al mismo tiempo sana y satisfecha en otras áreas de mi vida?
Necesitamos respetar nuestra salud, nuestro tiempo, nuestros deseos, nuestros sueños, elecciones, placeres, necesidades, ritmos… nuestras relaciones, necesitamos mayor sororidad y respeto, escucharnos y apoyarnos entre nosotras, porque necesitamos sentirnos valoradas, reconocidas, respaldadas, aceptadas, merecedoras de cuidado. Esto sólo lo lograremos comenzando por nosotras mismas. Y necesitamos autodefensa física y emocional. Desarrollar nuestra asertividad, nuestra fuerza, determinación y nuestro poder interior. Necesitamos terminar de creernos y ejercer nuestra soberanía vital.
Merecemos aflojar, descargar, dejar por un momento de luchar por los Derechos de las demás para atender a nuestros propios derechos. Dejar por un momento de cuidar para poder ser cuidadas.
Necesitamos dejar de vivir precariamente (material y emocionalmente) y encontrar el bienestar y equilibrio en nosotras mismas y en el interior de nuestras organizaciones y colectivos.
Necesitamos dedicarnos el tiempo, la mirada y el mimo necesario para despatriarcalizarnos (de verdad, en nuestras prácticas cotidianas, relacionales, afectivas y viscerales) y así después seguir contribuyendo a este proceso ya imparable de despatriarcalización social.
* ¿Qué sentido tiene la Revolución si no podemos bailar? Jane Barry y Jelena Djordjevic
¿Te resuena? ¿Tiene que ver con cosas que sientes o piensas tú?
El Domingo 23 de Junio, facilitaré una nueva edición de este Taller Vivencial para la Asamblea 8M de Rivas.
Un espacio y un tiempo estructurado donde las mujeres activistas y profesionales de lo social podamos hablar con honestidad sobre lo que nos importa, desde marcos de conciencia feministas, sororarios y empoderantes, sin sentirnos mal porque «otras están peor o necesitan más», un espacio en el que senti-pensar sobre lo que nos pasa, un lugar donde puedan ser atendidos dolores, desgastes, confusiones y quemes emocionales, donde podamos soltar lo que nos sobra y enlentece nuestros pasos y nuestra creatividad, donde podamos prevenir, nutrirnos, aprender unas de otras, cargar pilas, transformarnos, potenciar fortalezas y talentos, compartir aprendizajes, nutrirnos en cuerpo y alma, aumentar nuestra conciencia de poder y nuestra resiliencia.
Para descubrir un modo más equilibrado de vivir de acuerdo a lo que soy (a todo lo que yo soy)
Con mirada Eco-Bio-Psico-Social a través de propuestas creativas, vivenciales y corporales:
Música, movimiento, respiración, relajación, voz, contacto, visualización, observación, percepción, reflexión…
Lo abordamos desde el cuerpo, porque todas tenemos discursos bien armados sobre la importancia de autocuidarnos, pero lamentablemente nuestros cuerpos y nuestras vidas hablan de otras cosas.
Si te interesa abordar este tema del autocuidado a ti, a tu colectiva u organización cuéntamelo y hablamos de cómo adaptarlo para vosotras.
monicasanchezgallego@cop.es
Me encanta y me autoidentifico! gracias por contarnos a nosotras mismas.
[…] Autocuidado para Activistas y Profesionales de la Cooperación y la Intervención Social. […]https://asociacionproyecta.wordpress.com