Si estás cuidando de peques, adolescentes o personas mayores, deseo que puedas encontrar en ti mucho ánimo, fuerza, paciencia y Presencia.
Ya se ha escrito mucho sobre cómo acompañarlos. Añadiré sólo algunas reflexiones.
Son momentos complejos para todos y todas, y las y los peques pueden sentirse más inquietos, enfadados, estresados, agitados y también retraídos. Trata de facilitar que encuentren formas de expresar sentimientos perturbadores como el miedo, la rabia y la tristeza. Se sentirán aliviados si pueden expresarse en un entorno de seguridad y no juicio.
Sus reacciones dependerán en función de la fase de desarrollo evolutivo en la que se encuentren, y suelen ser discontinuas e intermitentes. No mantienen mucha intensidad emocional durante largos periodos.
Es muy importante que las y los adultos encontremos espacio para detenernos, y observar cómo nos estamos sintiendo, de manera que podamos recuperar recursos internos que nos ayuden afrontar las reacciones normales que están teniendo a los eventos críticos que están viviendo, y así ser capaces de devolver a nuestros hijos e hijas la tranquilidad y la seguridad que necesitan.
Ayúdales a reducir también el ritmo. Permite que puedan ir saliendo del ritmo externo marcado e ir conectando con su propio ritmo orgánico.
Los peques y adolescentes, están teniendo que hacer muchas tareas y deberes escolares y además se les está llenando de actividades. La mayoría de ellos y ellas han pintado pancartas para poner en sus ventanas y enviarles mensajes al mundo antes de haber sentido la necesidad de hacerlo, antes de haber comprendido lo que sucedía, antes de haber llegado a echar en falta.
Nuestra prisa por llenar su urgencia nos hace repetir los mismos patrones. Y es nuestro miedo a sentir. Nuestro miedo a que sientan. Nuestro miedo al vacío. Aunque todas sabemos que el vacío, una vez superado el abismo, se convierte en vacío fértil. Sabemos que es importantísimo aburrirnos, que se aburran, que ahí está la base de la creatividad. Pero no les dejamos, no nos dejamos.
Vamos a tratar de protegerlos, a aportarles información e imágenes que sean digeribles para ellos y ellas. No necesitan conocer detalles. Protejamos su infancia y su mundo emocional. Y esto no significa mantenerlos al margen de su realidad cercana (por ejemplo si ha fallecido un familiar).
No mentirles pero tampoco exponerles a información con detalles que no le aportan y pueden crear imágenes en su interior que no sepan manejar.
No te sorprendas si tienen más pesadillas, se muestran más blanditos emocionalmente, tienen más miedos o regresiones, vuelven a a hacer cosas o a jugar a juegos de cuando eran más pequeños, retroceden en autonomía, en control de esfínteres, te piden más atención y presencia, no quieren separarse de ti o de otros adultos de referencia.… o desarrollan sintomatología física como dolores de estómago, de cabeza…
Trata de transmitirles seguridad y confianza a través del ritmo diario, con un orden y secuencia previsible que le aporte una estructura contenedora al día y que vaya combinando momentos de expansión (juego libre, movimiento, baile) y momentos de interiorización y concentración (pintar, modelar con cera o plastilina, comer, hacer puzzles, leer…).
Tratando también de poner atención a los tiempos en los que estás presente y los que no, de manera que puedas establecer cierto ritmo compensatorio (he estado hablando por teléfono un rato -por tanto, no presente emocionalmente para ellos-, así que ahora atiendo otro ratito a su juego o hago tareas de la casa con atención plena en la tarea, o por ejemplo cantando (cantar implica respirar de una manera diferente y ayuda a mantenerse centrada). Es muy interesante esta práctica de ir poniendo conciencia a cuándo estoy presente y disponible emocionalmente y comprobar el efecto que esto tiene en nuestros hijes, comparándolo con los momentos en los que estamos en nuestras cosas, con la mente agitada u ocupada en preocupaciones, y el nivel de demanda y presencia que nos piden entonces. Esta práctica es también muy útil para acompañarnos en las, a veces interminables, horas de lactancia. Meditación y Lactancia forman un tandem casi mágico que trae maravillosos beneficios para madre, bebé, vínculo, producción de leche y salud familiar en general.
Ofrece tareas útiles por hacer, poniendo en valor su capacidad de contribuir al bienestar en casa. Ofrece espacios de planificación compartida y escucha sin juicio. Ten en cuenta sus opiniones. Tomad conjuntamente decisiones de organización de la rutina de la casa.
Es importante que se sientan acompañados desde su necesidad, sus tiempos, y sus formas. Sin que cortemos su expresión emocional. Es fundamental no poner el foco en que se porten bien, en que no lloren, no se enfaden, sean buenos… o sobre-responsabilizarlos pidiéndoles que sean valientes, campeones… somos las y los adultos quienes debemos responsabilizarnos de nuestras propias emociones y atenderlas ¿cómo estoy yo con mi con mi miedo? ¿Cómo estoy yo con mi frustración? ¿con mi angustia y mi impotencia?
En la medida en que tomemos conciencia de nuestros propios estados y necesidades emocionales podremos acompañar las suyas, y sobre todo, dejar de esperar y pedir que nuestros hijos e hijas nos protejan emocionalmente. Porque muchas veces es así. Queremos que se muestren bien, contenidos, sin miedo, contentos… que repriman lo que verdaderamente están sintiendo y así no tendremos que hacer frente ni a sus emociones incómodas ni a las nuestras.
Por eso es tan importante observar, atender, validar, nombrar y normalizar sus emociones. Sentirse así como se sienten es normal y está bien (aunque a veces resulte incómodo, no sea agradable). También los adultos y adultas nos sentimos así.
Está bien no estar bien II: Emociones normales en tiempos fuera de lo normal
Está bien no estar bien III: Autocuidado y Nutrición psicoemocional