Vivir un confinamiento de más de 1 mes de duración es algo que no habíamos imaginado que viviríamos. Y no sabemos cuanto va a durar.
Esta crisis sanitaria, social y económica, está siendo vivida desde lugares y situaciones tremendamente diferentes entre sí, con la diversidad y las diferencias de oportunidades propias de una sociedad con profundas desigualdades a todos los niveles.
Yo he ido necesitando espacio y tiempo para ir asimilando la dimensión, de lo que estaba ocurriendo. Estamos viviendo situaciones de gran impacto y vulnerabilidad, potencialmente traumáticas para muchos y muchas de nosotras, y ya traumáticas para tantas otras.
Con toda mi admiración y gratitud a quienes estáis trabajando en primera línea de servicios y ayuda, para que el resto tengamos disponible lo más esencial, haciendo posible que el día a día comunitario no se detenga, ánimo, fuerza y GRACIAS. Gracias por trabajar cada día por nosotrxs.
Con todo mi calor a quienes habéis tenido que despedir a alguien querido. En tantos casos, además sin que esa despedida haya podido ser como necesitabais.
A quienes estáis cuidando de alguien enfermo, directamente o en la distancia, con todo el amor y la impotencia por no poder estar más cerca.
A ti, si me estás leyendo y has enfermado.
Con todo el calor y la fuerza a quienes estáis gestando o a punto de parir. A quienes ya habéis recibido a vuestro bebé, y no ha podido ser como esperabais.
Porque añadido a las difíciles circunstancias propias de la pandemia, se están agudizando la pérdida de derechos y de dignidad, las violencias, la precarización, la soledad, presión y abuso laboral, miedo económico, crisis de pareja, reactivación de memorias traumáticas o violentas, estrés, adicciones…
Es la otra pandemia, la del miedo al futuro y miedo al presente, de angustia, ansiedad, necesidad de control, tristeza, rabia, impotencia, frustración… de la exaltación de la visión bélica, heróica, androcéntrica que hipermasculiniza la fuerza, que enaltece la represión, la desconexión, el todo saldrá bien… que sigue viviendo de espaldas a lo que sucede en las casas, en los corazones, en las almas, en las soledades, en los cuerpos de los mayores y las criaturas… que maneja desde un punto de vista funcional y utilitario patriarcapitalista, misógico y adultocentrista el autocuidado (para seguir siendo productivo), el afrontamiento privado de los problemas y la organización familiar, la resiliencia y hasta la paz.
A muchos niveles, la sombra está emergiendo y las verdades más incómodas desvelándose.
Qué fundamental dar espacio a todo aquello que se nos mueve internamente. Las emociones están a flor de piel, podemos transitar por infinitos estados en poco tiempo y necesitamos más aceptación, más autocomprensión y autocompasión que nunca.
Y los días en las casas van avanzando, hemos entrado en un tiempo sin tiempo que, en muchos casos, aumenta la sensación de irrealidad.
Hemos pasado ya por diferentes fases, la de mantener el mismo ritmo de actividad externa, llenándonos la agenda de propuestas y casi haciendo más cosas que en situación pre-crisis (conciertos en casa, yoga, webinars, visitas a museos, teatros, bibliotecas, cuentacuentos en directo, aplausos, caceroladas, conferencias, propuestas de manualidades, directos en instagram y Facebook, videollamadas, whatsapp, telegram, tv, radio, bulos… deberes y tareas escolares, teletrabajo -en muchos casos, con la impotencia de no poder mantener la eficacia y profesionalidad de antes…, las tareas de sostenimiento y cuidado de la vida, las de la casa, las de cuidar a los nuestros, las de cuidarnos a nosotras mismas, las de atender a enfermos si tenemos cerca, apoyar algún vecino o vecina, las de llamar y mantener el contacto con quienes tenemos lejos y también queremos cuidar…. Todo esto sumado a nuestra hiper-actividad también interna, la mental.
Está siendo demasiado.
Para muchas personas está resultando abrumador.
Sabemos que resulta útil mantenerse ocupada, que generar una rutina previsible facilita los sentimientos de seguridad, pero estamos utilizando estrategias constructivas para evitar pensar, evitar sentir. Y esto a la larga, siempre trae consecuencias.
Ya sabíamos que iba a ser complicado parar. Pero está siendo aún más fuerte, hay un sin fin de ofertas que nos invitan a continuar como veníamos viviendo, hacia fuera, con la atención centrada en el mundo externo, en el hacer, el resolver, el reaccionar. En el contar días hasta volver a la a-normalidad que habíamos normalizado.
Yo he sentido fuerte la necesidad de ir hacia adentro. De darme más espacio de descanso, nutrición profunda, tiempos de no hacer y sólo ser y sentir. De descubrir ritmo libre y orgánico con mis hijes y mi compañero. De compartir cotidianidad, desde un lugar más pausado, largas charlas con amigas, con familiares. De aumentar también mis espacios y tiempos de autocuidado y autonutrición, de autoregulación y co-regulación, de autosostén, y co-sostén (con mis prácticas corporales, meditativas, con mi propia terapia y la supervisión de mi práctica clínica) porque sentí también la inercia mecánica que podía llevarme al mandato de no detenerme, de buscar qué hacer, qué ofrecer desde la hiper-activación mental. Es todo un proceso el descubrir la productividad de la «improductividad», el campo creativo-creador que genera y los beneficios ampliados cuando el hacer nace desde un lugar más sosegado y más conectado con el corazón y el Ser.
Por esto, te invito a ralentizar. A ir bajando el ritmo hasta detenerte, para poder escucharte, para poder sentirte. Para poder conectarte contigo y con los tuyos.
No paramos porque no queremos sentir, como si eso fuera posible. Lo que hacemos cuando no nos detenemos a escucharnos, es no darnos cuenta de lo que nos pasa y eso nos impide responsabilizarnos, acompañarnos.
Qué cansado acaba resultando esto.
Está bien no estar bien. De hecho es lo más normal teniendo en cuenta que lo anormal es la situación psicosocial que atravesamos.
Y en estas condiciones, como nos recita la magistral Ecléctica, «fingir es mazo cansado»
Está bien no estar bien II: Emociones normales en tiempos fuera de lo normal
Está bien no estar bien III: Autocuidado y Nutrición psicoemocional