La Furia que Empodera

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Aquí si quieres ver la versión para Madres «Acompañarme en la rabia para poder acompañar a sus hijes en la suya»

En todos los talleres en los que iniciamos o damos fuerza a los propios procesos de Empoderamiento y Soberanía, inevitablemente, en algún momento contactamos con la fuerza de la rabia. Sucede directamente en nuestros talleres, porque trabajamos desde el cuerpo y cuando se ofrece un espacio de escucha y respeto profundo, todas las emociones alojadas en el cuerpo van encontrando su manera de expresarse y sanarse. Sucede en los talleres, pero toda mujer que ha iniciado el camino de la recuperación de su poder interior sabe de lo que hablo, haya participado o no en alguno de estos espacios.

Rabia, Ira, Furia, Cólera.

Contenida, reprimida, silenciada, negada, cristalizada en algún lugar de mi cuerpo. La que hemos tenido que contener y tapar cada vez que hemos vivido experiencias de sumisión, de ninguneo, infantilización, cada vez que hemos sido desprovistas de nuestro poder. Especialmente cuando han sido experiencias tempranas de sometimiento, desempoderamiento y dominación.

Rabia, Ira, Furia, Cólera.

O sus expresiones más mansas, como indignación, impotencia, frustración…

La mayoría de nosotras, en nuestra infancia, tuvimos que renunciar a nuestro poder personal para ser queridas. Escogimos mantenernos fieles a la imagen de niñas buenas que se esperaba de nosotras y reprimimos la determinación y la fuerza del poder interior que traíamos desde nuestro ser más esencial.

Recuperar ese poder pasa, ineludiblemente por re-sentir la rabia, la cólera que guardamos desde entonces y también recuperarla, resignificarla y reapropiarnos de ella para usarla a nuestro favor, de manera sana, constructiva, como guía y como también medio de acción y transformación.

El patriarcapitalismo nos quiere niñas buenas, mujeres conciliadoras, sumisas, calladas, serviles, tranquilizantes, dulces, facilitadoras y amables y esta actitud de vida es absolutamente incompatible con la rabia sanamente expresada y el poder que nos trae.

Por eso a las niñas todavía hoy se les dice “qué fea te pones cuando te enfadas”, “hija, menudo carácter”. La posibilidad de que nos enfademos suele provocar rechazo, desaprobación y molestia en los demás, por lo que desde muy temprana edad se nos disuade de expresar y reconocer como válidas las señales de enfado y de rabia. Y cuando la expresamos como adultas, sirve para tratar de desacreditar muchas de nuestras demandas (exageradas, feminazis, ¿qué pasa, que tienes la regla?…), mientras se nos intenta convencer de que la madurez emocional pasa por pretender cambiar la ira por paz y amor, (sin haber pasado antes por el reconocimiento, la aceptación y la sana expresión asertiva de la emoción). Lo que únicamente puede llevarnos a la trampa y la tiranía del buenismoa sucumbir al elogio de la mística de la feminidad, y de nuevo a ser las mantenedoras y garantes de las expectativas, mandatos y principios patriarcapitalistas.

 

Por eso a veces nos da vergüenza reconocernos enrabietadas. Nos despierta una sensación como de fracaso. Porque vulneramos mandatos que tenemos grabados a fuego sobre lo que podemos ser y no ser. Por eso, generalmente, no tenemos ejemplos cotidianos de una sana expresión de rabia. No tenemos modelos ni referentes. Las mujeres a nuestro alrededor no se enfadan con poder, con firmeza y autoconfianza. De una manera u otra, hemos presenciado y hemos aprendido que la ira de las mujeres se expresa con ojos de furia, apretando la mandíbula y anudándose la garganta para no decir barbaridades, o justo eso, dejando salir improperios y perdiendo el control y los papeles. Y entonces, enseguida, llega la acusación de loca, histérica, despechada. Como si no hubiera lugares mediales, de coherencia, firmeza y poder. Seguramente todas las mujeres que sabían utilizar su rabia como energía protectora, liberadora y transformadora, fueron asesinadas en el gran genocidio que fue la caza de brujas, sanadoras y mujeres sabias. Las mujeres hemos sufrido una terrible amputación de poder y conocimiento en nuestro linaje. Hoy en día seguimos viviendo las consecuencias, el miedo que tenemos a nuestro propio poder es un síntoma de ello (y es un miedo legítimo, ancestral. Nuestro inconsciente colectivo sabe que las mujeres poderosas, dueñas de sus cuerpos y sus ciclos fueron señaladas, torturadas y quemadas vivas. Y más recientemente muchas mujeres sufrieron el atropello, la humillación y violación de sus derechos durante la guerra civil y la dictadura franquista. La soberanía y el poder personal están muy vinculadas al reconocimiento y la expresión de la rabia como garante protectora de la delimitación del propio territorio, de los propios ritmos y ciclos, de las necesidades y deseos más vitales.

Y por ello, porque nos mueve temores profundos, cuando la rabia se enciende en nosotras, no sabemos qué hacer y la escondemos, la disimulamos, la ocultamos, se nos activan sentimientos de inadecuación, porque a las mujeres, como a cualquier otro colectivo oprimido, no se nos permite mostrar en público nuestra rabia (ni nuestro poder si no está alineado con los principios patriarcales). Por eso la contenemos, porque la ira de las mujeres está mal vista, es poco atractiva, estridente, intimidante, exagerada, peligrosa, es impropia de una mujer educada, equilibrada, y nos hace acercarnos sospechosamente a calificativos como histéricas, irracionales, exageradas, poco femeninas, poco maternales, locas, fieras, brujas, arpías, gruñonas, amargadas (¿por qué no existen este tipo de insultos dirigidos a los hombres?)

Pero contener y reprimir supone poner dedicar enormes cantidades de energía, y tiene un tiempo limitado, porque eso, cuando la tensión y la rabia no digerida se acumula, acabamos descargándola de manera inadecuada y eso nos deja sumidas en una enorme impotencia, indefensión, vergüenza y culpa.

Hay grandes tabúes que mantienen la rabia y la ira de las mujeres en un lugar seguro para el sistema. Los tabúes son tan poderosos que, después de años de disimulo y autocontrol, incluso nos cuesta distinguir cuando empiezan las primeras señales de enfado, y aún más admitirlo y permitirnos la sana expresión.

Por eso, venir a un curso como este da cierto miedo, al menos respeto. Temores como ¿qué me voy a encontrar de mi misma y de las demás?

Por ello está diseñado como un espacio de autoindagación en el que sólo se comparte lo que cada una desea.

La Rabia tiene una fuerza y una determinación interior que pocas emociones tienen. Nos sirve como señal y aviso para advertirnos de que hay algo que no va bien, que hay una necesidad que está siendo vulnerada o estamos sacrificando demasiado en alguna situación o relación. Nos sirve de brújula y guía y también nos moviliza a la acción para protegernos o enfrentarnos a eso que está suponiendo una amenaza, una ofensa o un obstáculo para nuestro bienestar. Nos posibilita hacer cosas que de otro modo, sin esa fuerza, seríamos incapaces de hacer.

Autora: Aurora Tristán

Cuando está desregulada, o ha sido silenciada durante demasiado tiempo, la rabia nos puede llevar a hacer, decir, pensar y sentir cosas que quizá no son justas en el momento, en el sentido de que son acumulaciones del germen que nos hizo enfadar y que, en origen, tenía una dimensión justa. Esto sucede con bastante frecuencia durante el mal llamado síndrome premenstrual, que es una muestra de las consecuencias de la falta de autoescucha, autorespeto y autovalidación emocional durante el resto del ciclo menstrual.

Por miedo al conflicto también apagamos, reprimimos, silenciamos la rabia. Por un lado, nos perdemos su mensaje, el aviso, la enseñanza o petición que nos trae. Por otro lado, vamos acumulando y acumulando interiormente, hasta que nos explota dentro o fuera, salpicando y perjudicando a quien tenemos cerca y que, además, quizá no era o eran la últimas personas responsables, sino simplemente quienes pasaban por allí en ese momento, o con quien más confianza tengo para sacar el fuego acumulado.

Conectar y atender las diferentes maneras en las que se expresa la rabia en cada una de nosotras, nos acerca a la comprensión de sus mensajes y permite que vayamos encontrando caminos para acompañarnos a nosotras mismas.

En realidad, la rabia es una emoción bastante superficial. Siempre hay otra por debajo que es la que verdaderamente nos está pidiendo atención, mirada y acompañamiento.

En este taller vamos a discernir de dónde puede venir. Cómo, por qué y para qué aparece la rabia, para qué nos pide lugar y expresión, así como dónde quiere o necesita llevarnos.

Identificaremos:

  • Su función protectora
  • Su función transformadora
  • Su función empoderante
  • Su función de Justicia
  • Su función transformadora alquímica

Y podremos separarla de su papel arrasador-destructivo, así como de su ineficaz expresión desde la represión y la sumisión.

La rabia me da Fuerza y Poderío para:

  • Transformar en mi lo que deseo cambiar
  • Transformar mis relaciones
  • Poner límites que de otra manera no me sentiría capaz de poner. Me da la fuerza y la determinación que necesito
  • Movilizar y movilizarnos juntas, en mi metro cuadrado y como gran colectivo para transformar el mundo. Los movimientos feministas llevan siglos mostrando el camino, construyendo propuestas desde principios del enfado y caminando y defendiéndolas con alegría.

Un gran desafío es que la rabia no nos coma por dentro. Por eso es tan importante expresarla, no negarla o minimizarla, sino darle su espacio, mirarla, escucharla y sacarla fuera.

Este es un taller muy muy especial. Como decía al principio, surge como necesidad identificada en los talleres de recuperación del poder interior. Necesitamos espacios donde explorar y permitirnos reencontrarnos con nuestra furia empoderante. Por eso se trata de un espacio de absoluta seguridad, sororidad, escucha y respeto profundo

  • Conectaremos con la fuerza y la rabia contenida que hay en nosotras
  • Resignificaremos los mensajes de rabia, ira y cólera
  • Identificaremos necesidades no cubiertas que viene a mostrarnos la rabia
  • Comenzaremos a sanar viejas heridas

Próxima convocatoria a finales de primavera, en Rivas Vaciamadrid. Si te interesa, ponte en contacto conmigo – monicasanchezgallego@cop.es – y te mantengo informada.

Aquí si quieres ver la versión para Madres «Acompañarme en la rabia para poder acompañar a sus hijes en la suya»

 

 

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Mostrando 2 comentarios
  • NE.

    No se puede describir con palabras. Hay que vivirlo.

  • L.G.

    Soltar tensiones y emociones, culpas y vergüenzas por tener el poder que en el fondo sé que tengo.

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